Yo te amaba.
Quería darlo todo por ti, quería hacerte tan feliz que todas tus relaciones anteriores iban a desaparecer de tu memoria.
Quería darte una vida, quería hacerte mi familia y es que te amaba tanto que de todo, lo más importante eras tú.
Me fugue 300 veces solo para verte. Me invente 2 mil mentiras más, me arriesgue todas las noches y me avente a que no me importará lo que el mundo hablará.
Te amé con todo lo mejor que tenía. Me mude. Me fui por ti y por lo que había, porqué no podía aguantar otro día, porqué eras exactamente lo que yo quería.
Te amé tanto que olvidaba la mala vida, y los problemas que tenía. Un beso tuyo era viajar a una constelación, pisar la luna, flotar en el agua, respirar pureza.
Caminar de tu mano me daba orgullo, que nos miraran y que me besaras para que supieran que yo era tuya, que tú eras mía.
Sentir tu cuerpo presionando el mío era morir en vida, explotar, revivir, renacer... volver.
Eras todo para mi. Todo lo bueno, todo lo intenso, todo lo importante, todo lo mejor. Jamás era aburrido si estaba contigo, la comida sabía mejor, la cerveza embriagaba más, los besos eran dulces y la vida, por fin tenía sentido.
Tu amor me hacía bien, y es que, después de oír tu voz el silencio apesta. Y es que después de sentir tus manos, ya nada me calienta. Y es que después de ti, ya no hay nadie, ya no queda nada.
Tampoco yo.
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